Prensa "antipatriota" en tiempos oscuros para México
Y las broncas -más- que se avecinan desde el Parlamento Europeo para el nuevo gobierno hegemónico mexicano
Queridos donadores, suscriptores y, en general, lectores de Corresponsal,
Regresamos de las vacaciones veraniegas con muchos ánimos y temas pendientes sobre la mesa, uno de ellos el que involucra directamente a quienes somos periodistas.
(Escucha un breve mensaje de Marco Appel. Música de fondo: Dos chicas suecas de Ford Proco)
En la cultura política más rancia de nuestro país, pero desafortunadamente también la más arraigada, existe la torcida convicción de que la prensa, si no es aliada y colaboradora del gobierno, es entonces "antipatriota".
No sé el porqué, pero a diferencia de lo que vemos con políticos de otros países con democracias más avanzadas, los nuestros no ven nada de malo en disponer de un séquito de “periodistas” demasiado afines a ellos por ideología o por interés económico (o ambos).
Sin embargo, con Andrés Manuel López Obrador como presidente, esa creencia con hedor a autoritarismo del viejo régimen pasó de ser considerada socialmente una lacra de la que teníamos que deshacernos si aspirábamos a tener una democracia en serio, a ser aceptada sin cuestionamientos por esa gran parte de la población que lo sigue. "No quieren a México", “buscan desestabilizar al país”, dicen ellos sobre los periodistas incómodos a su movimiento, olvidando lo evidente: el país le pertenece a todos y no a una fracción, por más grande que ésta sea.
Hace algunos años escribí una breve crónica en la que conté mi experiencia con funcionarios -sí, del “antiguo régimen neoliberal”, dirían López Obrador y sus simpatizantes- cargados -como él- con esa visión servil del trabajo periodístico en su cabeza.
Mis historias, por fortuna, no son más que anécdotas, incluso con cierta cuota de humor involuntario, pero una cosa a partir de ellas es segura: hoy se quedan cortas frente a los insultos, los ataques y las calumnias del presidente -principalmente desde esa poderosa tribuna expansiva que es su conferencia de las mañanas- a todos aquellos colegas que se atreven a diferir de él, de sus trasnochadas ideas autocráticas, o a exigirle que rinda cuentas por los numerosos actos de corrupción, incompetencia o abuso de poder impunes de su gobierno.
Esta crónica fue publicada originalmente hace más de una década, el 20 de septiembre de 2013, en el extinto portal Cuadernos Doble Raya, siendo lo más triste de todo que desde entonces esa mentalidad autoritaria se propagó en una parte importante de la sociedad. Reproduzco el texto con algunos ligeros cambios y actualizaciones.
1
Ni la presencia de El Hijo del Santo, el popular luchador mexicano, frenó la ira con la que llegó la embajadora Sandra Fuentes-Beráin a reprendernos. El héroe enmascarado no se percató de lo que sucedía a pocos metros de él; se paseaba distraído por el museo y ni siquiera iba preparado para una eventual contienda: el ídolo del pueblo vestía un impecable traje oscuro con corbata y calzaba zapatos perfectamente lustrados. No ensuciaría su impoluto atuendo por un par de periodistas mal portados.
El 15 de octubre de 2009, El Hijo del Santo presentó en Bruselas, en el Museo de las Figuras Originales, la versión en francés y holandés de un cuento ilustrado con sus aventuras: El Hijo del Santo y Xico en el inframundo.
El vástago de la leyenda del ring llegó con antelación al MooF, como también se conoce al museo. Se tomaba fotografías con los asistentes mientras se paseaba lentamente observando las piezas de una exposición de arte popular mexicano que se había montado para la ocasión.
–“Buenas noches, embajadora”, la saludamos cuando de lejos la vimos acercarse directamente a nosotros.
La embajadora Fuentes-Beráin se negó a saludarnos de mano. Lo que menos esperábamos era que además nos mandara al diablo:
-¡Ya ni la friegan!, nos dijo algo así, o una cosa peor, a mí y a un colega que también es corresponsal de un medio mexicano en Bruselas. Su tono de voz y sus gestos indicaban que estaba muy enojada. Nos desconcertó, y más todavía porque continuó descargando su coraje sin cuidar las formas.
Nos reclamó que publicáramos “sólo notas negativas”. Le disgustaba que no difundiéramos el lado “positivo” de su gestión, sobre todo porque, se jactó, ningún otro embajador de México había hecho lo que ella en Bruselas.
–¡No ven lo bueno, nada más lo malo!
Repuestos del estupor, le explicamos que lo único que hacíamos era nuestra chamba. Como quería que se calmara un poco, le sugerí que, en cualquier caso, existían los canales de comunicación para que ella pudiera expresar sus inconformidades directamente con mi editor de Proceso.
–¡A mí me vale madre tu editor!, me cortó de tajo Fuentes-Beráin, a quien el presidente Felipe Calderón nombró años más tarde, en noviembre de 2012, “Embajadora emérita”, para meses después, en abril de 2013, ser designada por el presidente Enrique Peña Nieto cónsul general en Nueva York, donde se desempeñó hasta 2016. Fue su último cargo.
Sin abandonar su posición de víctima indignada, se quejó de que la prensa mexicana era injusta, ya que no reconocía los esfuerzos del entonces gobierno de Calderón, quien no podía contener las catastróficas consecuencias de su improvisada guerra contra el narcotráfico, ya visibles en ese momento, a mitad de su sexenio.
Le comenté que me parecía lo contrario, que muy pocos medios se mantenían independientes y críticos del régimen. Alcancé a decirle que, si realmente se preocupara por la situación del periodismo mexicano, entonces tendría que inquietarse de que no existieran más medios que cuestionaran al gobierno que ella representaba.
El Hijo del Santo pasó lentamente a nuestro lado, en el camino a la sala donde presentaría su historieta. Incómodo, busqué una manera de poner un término a lo que ya era un ríspido e inútil altercado, además de que me dolían ya mucho los brazos de estar cargando a mi hijo pequeño. Así que recapitulé: “Embajadora, somos periodistas y hacemos nuestro trabajo, no lo tome personal…”.
–¡Sí, sí es personal!, contestó terminante y, como si estuviera dictando una sentencia, nos advirtió que había “tomado una decisión”: cortar todos los canales de comunicación con nosotros, con quienes ella, se había dado cuenta, dijo, no podía “contar” para acompañarla en su importante misión, la de “trabajar por el bien de México”. Y se fue para sentarse toda sonriente junto a El Hijo del Santo.
2
A finales de 2004, poco después de ser nombrada embajadora por el entonces presidente Vicente Fox (2000-2006), María de Lourdes Dieck-Assad nos invitó a cenar a tres corresponsales mexicanos a la residencia oficial: una mansión con enorme jardín situada en un exclusivo barrio en la periferia de la capital belga.
Nos expuso maravillas de su plan de trabajo. Durante la cena, servida por un simpático mesero de origen africano que emplea la embajada desde hace muchos años, intercambiamos con ella puntos de vista sobre la relación de México con la UE. Eso fue todo. O eso creíamos.
Pocas semanas más tarde, Dieck-Assad nos convocó a los mismos periodistas a una conferencia de prensa, esta vez en la embajada; a una conferencia de prensa, subrayo. En el salón principal había una larga mesa: frente a nosotros estaba sentada ella y unos cinco o seis colaboradores a sus lados. Parecía querernos impresionar.
La profesora del Tecnológico de Monterrey se lanzó en una larga y básica exposición sobre el funcionamiento de las relaciones de México con la UE. Nos impartió una clase, pues.
Lo peor fue que, al finalizar, se paró y rápidamente se despidió. Protestamos. Le dijimos que su conducta era inaceptable. Y entonces estalló: nos preguntó, con un evidente tono de enfado, en dónde había quedado “nuestro acuerdo”.
Nos dejó perplejos. “¿Cuál acuerdo?”, pensé, medio confundido.
–“¿En qué quedamos?”, insistía la embajadora, molesta.
–“¡En la cena quedamos en que íbamos a trabajar juntos por México!”, soltó.
Por supuesto, negué categórico la existencia de tal acuerdo, y lo mismo hicieron mis colegas. Finalmente, de mala gana, se quedó a responder nuestros cuestionamientos periodísticos.
A raíz de ese capítulo, la embajadora Dieck-Assad no rompió completamente los contactos con la prensa, pero inauguró una práctica que continuó su sucesora Fuentes-Beráin: reunirse únicamente con la prensa extranjera y con la agencia estatal de noticias, todavía en funciones en aquella época, Notimex.
Morena y la cláusula democrática con la UE
Como recordaremos, en la Unión Europea también hubo elecciones en junio pasado. Es por esa razón que sus instituciones no se han expresado sobre lo que ha pasado en México desde entonces: la injusta sobrerrepresentación para Morena en la Cámara de Diputados, la aprobación de la reforma al poder judicial -que lo pone bajo control del gobierno y del crimen organizado, según han advertido una y otra vez expertos nacionales y extranjeros- o la eliminación de los llamados órganos autónomos.
Ese silencio se acabará muy pronto porque el próximo 3 de octubre tendrá lugar la constitución de la nueva Comisión Parlamentaria Mixta UE-México (o delegación para México del Parlamento Europeo) y el nombramiento de quien ocupara su presidencia. Y a ese puesto llegará un eurodiputado del grupo del Partido Popular Europeo (PPE), según fuentes allegadas al proceso. Y suena, más precisamente, el nombre del español Juan Ignacio Zoido, quien fue ministro del Interior del gobierno de Mariano Rajoy.
Si es así, el nuevo gobierno morenista de Claudia Sheinbaum tendrá a una fuerza de derecha encabezando las relaciones con México en el Parlamento Europeo, reemplazando la antigua presidencia en manos de los socialistas, que tomaron la defensa del gobierno de López Obrador cada que podían, incluso firmando un memorando de entendimiento con el Senado mexicano en enero de 2020. Más recientemente, el 29 de agosto pasado, el Partido Socialista Obrero Español -cuyos eurodiputados tienen un peso importante respecto a la relación del PE con México- firmó a través de Mario Delgado un “acuerdo progresista” con Morena.
No se descarta que, vista la gravedad de lo ocurrido en México en términos de separación de poderes y Estado de derecho, durante la sesión plenaria de octubre la bancada del PPE logre empujar una resolución de emergencia para expresar sus preocupaciones. No olvidemos que el acuerdo con la Unión Europea contiene una cláusula democrática vinculante para ambas partes.
Para terminar les quiero recomendar un libro que no es nuevo, es de 2018, pero sí es muy vigente dada la proliferación de populistas que están llegando al poder o enquistándose en él. Es de Nadya Tolokonnikova, una de las artistas fundadoras de Pussy Riot, el famoso colectivo ruso feminista y opositor a Putin, cuyo régimen la metió un año a una prisión de alta seguridad por su performance en una catedral de Moscú en 2012. Read & Riot, A Pussy Riot Guide to Activismo (Leer y Amotinarse, una guía de activismo de Pussy Riot), es el nombre del ejemplar que se presenta así:
“Una oportuna guía para la protesta radical, con palabras, acciones e inspiración para encender el poder del pueblo y resistir con entusiasmo”.
El volumen de 248 páginas está dividido en 10 “Reglas”:
Sé un “pirata”. Hazlo tú mismo. Recupera la alegría. Haz que tu gobierno se cague en los pantalones. Comete un delito artístico. Detecta un abuso de poder. No te rindas fácilmente, resiste, organízate. Fúgate de prisión. Crea alternativas. Sé un hombre/sé una mujer.
Este libro puede encontrarse gratuitamente aquí (en inglés). El epílogo, por cierto, es autoría de una leyenda viva, Kim Gordon, bajista y cantante del extinto grupo alternativo Sonic Youth. Esta es una lectura que nos inspira.
Hasta la próxima cita.
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