Populistas del mundo, "el pueblo soy yo"
"Los populistas tienen tendencia a construir, efectivamente, regímenes autoritarios", explica el politólogo alemán Jan-Werner Müller
Queridos seguidores de Corresponsal,
Como seguramente ya están enterados, los franceses lograron detener una cantada victoria del partido de extrema derecha, Agrupación Nacional (RN por sus siglas francesas), en la segunda vuelta de las elecciones legislativas anticipadas del pasado 7 de julio.
Uf. Resoplaron quienes no querían ver a su país gobernado por un partido neofascista.
Sin embargo, al momento de escribir estas líneas, ahora los franceses están batallando para que Jean-Luc Mélenchon, el líder de Francia Insumisa, uno de los partidos del bloque de izquierdas ganador -ello gracias a un esfuerzo de varias fuerzas de izquierda y derecha republicanas-, no se lleve todo el crédito del triunfo y logre encaramarse en el puesto de primer ministro.
En un viejo artículo del periódico Le Soir, el filósofo belga Vincent de Coorebyter recordaba que “La fuerza del pueblo” fue el eslogan que usó Mélenchon en la campaña presidencial de 2017, mientras que el de Marine Le Pen, la candidata de la extrema derecha, fue “En nombre del pueblo”.
En suma, lo que estamos viendo es cómo la sociedad francesa se está resistiendo al canto de las sirenas de los políticos populistas… a los que en México, por desgracia, se ha dado un poder enorme… en particular a uno.
Se han de acordar, sobre todo si son mexicanos, de la frase aquella de: “si ayudar a los pobres es ser populista, que me apunten en la lista”. La pronunció el presidente Andrés Manuel López Obrador el 26 de mayo de 2022.
A él y a su gobierno así lo han calificado -de populista- no sólo sus adversarios políticos, también lo han hecho politólogos y periodistas independientes o incluso autoridades de otros países en documentos internos (como la Unión Europea).
Mélenchon y López Obrador comparten visiones. De hecho son amigos. El dirigente francés incluso ha declarado que el mexicano ha sido una fuente de inspiración para él como político y para su movimiento (ver el siguiente video):
A estas alturas del sexenio que está por terminar se ha vuelto una mala costumbre escuchar a López Obrador retorcer a su favor, una y otra vez, el significado de las palabras, el sentido de las estadísticas o la lógica de los conceptos. Ese ha sido uno de sus rasgos más marcados durante su gestión.
En Europa, el término populista tiene, por decirlo suavemente, menos margen de interpretación. Aunque principalmente se usa para referirse a los ultraderechistas, también se aplica al opuesto del espectro ideológico. Y es que, como afirma la ONG alemana Liberties, el populismo “es un modelo político que ha dominado el debate público en Europa estos últimos años”.
Sin ánimo de entrar en un debate académico sobre qué es el populismo, éste obviamente no es “ayudar a los pobres”.
Me parece que una definición sencilla -que se me cruzó estos días en una de mis redes sociales- es la que hace el alemán Jan-Werner Müller, un respetado profesor en teoría política de la Universidad de Princeton que se ha especializado en el estudio del populismo:
“Hay tendencia a decir que aquellos que critican a las ‘élites’, entre comillas, son automáticamente populistas. En mi opinión no es correcto. Criticar a las élites es completamente normal en una democracia. En cambio, los populistas sí son aquellos que dicen: ‘somos nosotros y solamente nosotros quienes representamos al verdadero pueblo’ -como lo llaman ellos- o, muy típicamente, ‘la mayoría silenciosa’. Es decir, lo esencial aquí no es el antielitismo, no, es el antipluralismo. Es una manera de decir que los otros políticos, que los otros partidos están corrompidos ‘menos nosotros que representamos al verdadero pueblo’; y todos los ciudadanos que no comparten la construcción simbólica del verdadero pueblo del populista -y que lógicamente no lo apoyan políticamente-, no pertenecen a éste”.
Luego le preguntan si los populistas pueden gobernar. Contesta:
“Se suele pensar, muy lógicamente, que los populistas no pueden gobernar porque son siempre movimientos de protesta (…) pero tenemos muchos ejemplos de que sí: en Hungría, Polonia, Turquía, India, también en Estados Unidos, podemos ver claramente que hay (o hubo) verdaderos regímenes populistas. Ya en el poder, los populistas tienen tendencia a decir que las instituciones independientes no son legítimas, como la prensa independiente o los jueces, a quienes tienen tendencia a criticar. Hay que subrayar que si hay movimientos de protesta de la sociedad civil contra los gobiernos populistas, éstos acusan inmediatamente a la gente que salió a la calle de ser pagados por George Soros, la CIA, etcétera (…) los populistas niegan la legitimidad de los ciudadanos que no los apoyan. Todo eso no es normal en una democracia. Y es por esa razón que los populistas tienen tendencia a construir, efectivamente, regímenes autoritarios” (las negritas son mías).
Y si esta descripción se ajusta centímetro a centímetro a la personalidad política del mandatario mexicano saliente, lean lo que a continuación explica Liberties, una ONG con sede en Berlín que defiende los derechos humanos en la Unión Europea:
“La ‘emocionalización’ de los temas también se refleja en la forma en que los populistas conducen los debates. En las discusiones recurren a menudo al insulto y a los ‘hechos alternativos’, que se basan principalmente en sentimientos y opiniones personales más que en hallazgos o hechos científicos. Esto dificulta mucho el debate basado en hechos. En una democracia, el objetivo es llegar a un compromiso basado en hechos. Pero si una facción contraria no está dispuesta a llegar a ese acuerdo, es casi imposible lograrlo. Al establecer una distinción entre ‘nosotros’ y ‘ellos’, los populistas alimentan la desconfianza en las organizaciones democráticas”.
Y ahora que se viene una reforma al poder judicial que ha emprendido AMLO y su sucesora Claudia Sheinbaum, la cual es fuertemente cuestionada por expertos nacionales e internacionales por su carácter antidemocrático, ¿qué les parece lo siguiente?
“Países como Polonia y Hungría son buenos ejemplos de cómo los gobiernos populistas subvierten el Estado de Derecho. En Polonia, por ejemplo, se ha jubilado anticipadamente a jueces ‘indeseables’ para sustituirlos por jueces que apoyan las posiciones del gobierno. Todo ello con el fin de consolidar el poder y ejecutar sus leyes, incluso por encima de las objeciones de los tribunales constitucionales”.
Polonia y Hungría son países de la Unión Europea que, con o sin éxito, han recibido presiones de ésta (sobre todo económicas) para no pasarse de la raya. En el caso de México no existen esos cortafuegos; si acaso, el de los capitales extranjeros, como se ha visto con su reacción negativa, en general, frente al excesivo poder que obtuvo el régimen en las urnas y, en particular, a la reforma del poder judicial.
Podcast
No olviden que está disponible en el portal de Underground Periodismo Internacional y en Spotify la primera temporada de nuestro podcast Sobrevivir a la violencia: México, urgencia internacional, que realizamos en colaboración con la ONG catalana de derechos humanos Taula per Mèxic. No se la pierdan. Consta de cinco episodios, todos ellos muy emotivos, que relatan en voz de las víctimas las terribles consecuencias de la violencia del Estado y el crimen organizado que se padece en México.
(Para acceder a los episodios haz clic en la imagen)
Libro
Para terminar, y ahora que ya se vienen las vacaciones, les quiero recomendar un clásico que acabo de leer. Es El banquero anarquista del gran escritor y poeta portugués Fernando Pessoa.
Les dejo la síntesis que acompaña la edición que publicó Ediciones Akal México. Espero que les encante como a quien escribe.
Les deseo una muy buena lectura. ¡Hasta pronto!
En El banquero anarquista, publicado en 1922, Pessoa nos presenta un diálogo entre un acaudalado banquero, que se autoproclama sincero y auténtico anarquista, y otro joven personaje del que no se dice nada. A partir de esta contradicción y haciendo uso de la «sátira dialéctica», una forma de retorcer las contradicciones humanas hasta el absurdo, Pessoa hace un apasionado y original análisis de los grandes problemas políticos de su tiempo y, en realidad, de todos los tiempos: la libertad individual, el mito del igualitarismo, las servidumbres de la acción política y la imposibilidad de la emancipación del ciudadano.
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